He aquí un fragmento de mi libro donde hablo precisamente sobre la rutina en la vida.
Para que te hagas una
idea, salirte de la rutina equivale a alcanzar la orilla de un caudaloso río.
Imagina que la vida consiste en ir nadando a diario por un río (muchas veces a
contracorriente), sin poder saber hacia donde nos dirigimos. ¿Qué hacemos
entonces? Nos limitamos a nadar para no hundirnos y para, supuestamente,
avanzar. Pero… ¿hacia donde? No vemos el final. Y a duras penas vemos lo que
hay en la orilla, ya que el río es muy ancho. Pero lo más triste de todo, es
que no sabemos si debemos seguir nadando o ya es momento de parar.
Pues bien, durante el
viaje me sentí como si alcanzara esa deseada orilla. Ese lugar para reposar,
descansar, reponer fuerzas. Y mientras tanto, observar desde allí como el resto
del mundo sigue nadando, sigue luchando contra la corriente, sin saber si nadan
en la dirección correcta.
Cuando estás en la orilla,
tienes tiempo de pensar, de recapacitar, de analizar tu vida. Es más, puedes
ver cómo es el río, de qué color son sus aguas, cómo es su entorno. Incluso con
más tiempo, puedes subirte a un montículo y ver más allá. Mucho más allá. Hasta
puedes llegar a oler el mar. Puedes incluso vislumbrarlo. Ver si el río te
lleva hacia él, o si existe cerca otro río paralelo mejor.
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